El grupo de la danza está compuesto por once personas: el alcalde o maestro de la danza, los ocho danzantes y los dos instrumentistas.
Todos ellos intervienen por propia
iniciativa; el hecho de participar en el grupo responde a un interés personal
de servir a la Virgen de manera voluntaria y gratuita. La Hermandad tiene un
libro en el que se registran las solicitudes, al objeto de prever con la debida
antelación quiénes formarán el grupo en los años sucesivos. Por regla general,
los danzantes actúan dos o tres años seguidos; los instrumentistas se van
turnando y renovando, al igual que los maestros. Todos suelen ser vecinos del
pueblo.
Los danzantes
El grupo consta de ocho danzantes. Si
antaño eran jóvenes, algunos incluso casados, desde hace casi un siglo los
danzantes son muchachos de entre diez y doce años.
Atendiendo a la situación en la
formación del grupo, los que encabezan y cierran las filas cuando hacen calle
reciben el apelativo de guías; estos puestos se reservan para los danzantes más
veteranos y son quienes marcan las diferentes mudanzas en cada uno de los
bailes.
Aunque en tiempos pasados se solía dar
una gratificación, en nuestros días la actuación en las fiestas no tiene
retribución ninguna; los propios danzantes organizan una rifa y el producto que
obtienen, junto con las propinas que recaban en los ranchos el día de la
Romería y las que reciben por las calles del pueblo en la mañana del día 26 de
abril, lo reparten equitativamente.
Tradicionalmente, la participación en
el grupo de danzantes se reserva a los varones, dada la prohibición taxativa
del estamento eclesiástico a la presencia de mujeres en este tipo de
actividades. En nuestro caso, se sigue la tradición sin más.
El maestro de la danza
El grupo de danzantes lo dirige un
personaje que recibe la doble denominación de maestro y alcalde de la danza. Se
trata del equivalente al botarga, que suele estar presente en la mayor parte de
los grupos de danzantes de la geografía española. Al igual que éstos, viste una
indumentaria estrafalaria (moderadamente, en nuestro caso) y porta una vara muy
adornada con papeles multicolores. Sin embargo, su función difiere notablemente
respecto de la que es propia del botarga o chiborra, que tiene un carácter
grotesco. Asimismo, en los actos en que interviene junto a los danzantes no
interactúa con el público, como ocurre con la mayoría de los botargas,
centrándose exclusivamente en la supervisión de la actuación del grupo.
Así pues, en nuestro caso cumple una doble misión, que coincide exactamente con cada una de las dos denominaciones que recibe. Por un lado, ejerce como maestro de la danza, ya que tiene a su cargo el adiestramiento de los danzantes, a los que enseña los pasos de cada una de las danzas y la ejecución de los alardes. Como tal maestro, asume también la dirección de los ensayos previos, que suelen comenzar el 25 de marzo, justo un mes antes del día de la Romería. Tanto en la enseñanza como en los ensayos, el maestro suele contar con la ayuda y colaboración de alguna persona con oficio y veteranía en la materia. Por otro lado, actúa también como alcalde de la danza en cada una de las funciones en las que interviene el grupo, dirigiéndolo, alentándolo y marcando el inicio de cada intervención, dando las oportunas instrucciones a los músicos de la danza.
En la época en que los danzantes eran
mozos, el alcalde de la danza solía ser una persona mayor; desde que el grupo
lo integran muchachos, lo habitual es que el cargo recaiga en algún joven con
experiencia en la danza.
Los instrumentistas
Dos instrumentistas acompañan las
danzas, el dulzaina y el redoblante. En épocas anteriores las melodías se
interpretaban con clarinete y, en otros tiempos, con flauta de tres agujeros.
En nuestros días ha quedado institucionalizado el uso de la dulzaina,
acompañada de redoblante o caja sin bordón.
Intervienen en las funciones de los
danzantes a las órdenes del alcalde de la danza, quien les da la entrada en la
ejecución de las diferentes melodías.
Por varios documentos históricos sabemos
que en determinadas épocas el acompañamiento musical de los danzantes se
reducía a un único músico, que tañía la gaita y el tambor, tal y como se
refleja en las pinturas del camarín del santuario de la Virgen (1699). También
sabemos que, en épocas anteriores era el músico quien adiestraba y dirigía al
grupo, asumiendo las funciones del maestro de la danza.
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